Las mujeres con artritis reumatoide suelen ser diagnosticadas más tarde, sufren mayor dolor y tienen más dificultades para acceder a tratamientos.
La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria crónica que afecta principalmente a las mujeres. Sin embargo, no todas reciben la misma atención médica, ni en el mismo momento ni con los mismos resultados. Estudios recientes señalan que ellas son diagnosticadas más tarde, reportan mayor dolor y limitaciones, y enfrentan barreras sociales y de género que complican su acceso a un tratamiento adecuado. Esta nota explora las causas y consecuencias de estas desigualdades, y propone acciones concretas para cerrar la brecha.
¿Por qué la artritis reumatoide afecta más a las mujeres?
La artritis reumatoide (AR) tiene una prevalencia significativamente mayor en mujeres. Se estima que por cada hombre diagnosticado, hay al menos tres mujeres con la enfermedad. Y aunque biológicamente se ha comprobado que ellas tienden a tener una forma más activa —con más dolor, fatiga y limitaciones—, muchas veces los síntomas se minimizan o se atribuyen erróneamente a otras condiciones como la depresión o la fibromialgia.
Esto provoca un retraso en el diagnóstico que puede empeorar el pronóstico. Según la Dra. Loreto Carmona, reumatóloga del Instituto de Salud Musculoesquelética de Madrid, las barreras sociales y de género influyen profundamente en el acceso a la atención médica y en la adherencia a los tratamientos. Factores como el rol de cuidadoras, las expectativas sociales sobre el dolor y la carga emocional influyen en cómo se reportan los síntomas y cómo se recibe esa información en el consultorio médico.
Género y dolor: una brecha que duele
El dolor no es percibido de la misma manera si lo expresa un hombre o una mujer. La llamada “brecha de género del dolor” implica que el dolor reportado por mujeres tiende a ser subestimado por los profesionales de salud, lo que no solo retrasa el diagnóstico sino también el inicio de tratamientos adecuados.
Durante el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Reumatología, la magistrada Gloria Poyatos advirtió que esta brecha también se proyecta en el ámbito jurídico: las “enfermedades de mujeres” están subrepresentadas en las normativas de salud laboral, dificultando el acceso a reconocimientos de discapacidad o pensiones. Esta exclusión normativa consolida la desventaja estructural que ya enfrentan muchas mujeres con enfermedades crónicas como la AR.
Tratamientos para la artritis reumatoide en mujeres
Los estudios clínicos no siempre diferencian entre hombres y mujeres en sus análisis, lo que representa una gran limitación para entender cómo responden los distintos grupos a un mismo tratamiento. Por ejemplo, los hombres tienden a responder mejor a ciertos fármacos biológicos como los anti-TNF, mientras que las mujeres pueden presentar más efectos secundarios. Sin embargo, estos matices suelen pasarse por alto en la investigación clínica tradicional.
La Dra. Carmona insiste en la necesidad de que los ensayos clínicos analicen sistemáticamente los datos por sexo y género. Esto permitiría diseñar tratamientos más personalizados, reducir efectos adversos y aumentar la eficacia de las terapias.
Hacia una medicina con perspectiva de género
Iniciativas como el Observatorio de Igualdad de la Sociedad Española de Reumatología (SER) buscan revertir esta tendencia. Este comité multidisciplinario trabaja para detectar sesgos de género en la investigación, en la práctica clínica y en el abordaje general de las enfermedades reumáticas, muchas de las cuales tienen una clara predominancia femenina.
Entre sus objetivos está fomentar guías de manejo que contemplen diferencias biológicas y sociales, formar profesionales que sepan identificar estas desigualdades, e impulsar políticas públicas que aseguren una atención médica más equitativa. En definitiva, se trata de aplicar el enfoque de género como un determinante clave de la salud.
Conclusión
La artritis reumatoide no solo inflama las articulaciones, también expone las desigualdades estructurales en la medicina. Las mujeres con AR no solo cargan con el dolor físico, sino con el peso de una atención tardía, tratamientos menos eficaces y barreras sociales que complican aún más su bienestar. Reconocer estas diferencias no es una cuestión ideológica, sino científica y ética. La equidad en salud empieza por mirar con lupa dónde están las desigualdades y actuar en consecuencia.
Fuentes:
- Sociedad Española de Reumatología (SER)
- Instituto de Salud Musculoesquelética (Inmusc)
- 51º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Reumatología
- Declaraciones de la Dra. Loreto Carmona y la magistrada Gloria Poyatos