¿Cómo influye la imagen corporal en la sexualidad y el bienestar? Esta nota invita a reflexionar sobre la relación con el cuerpo, la presión estética y la práctica de la autocompasión como camino hacia el autocuidado.
El cuerpo es el lugar desde donde vivimos la sexualidad, pero muchas veces lo habitamos desde la vergüenza, la exigencia o el rechazo. ¿Cómo podemos transformar esa mirada? ¿Cómo cambiar el vínculo con nuestro cuerpo para que sea una fuente de placer, cuidado y bienestar?
En esta nota, la Lic. Jennifer Selles, psicóloga y sexóloga, propone un recorrido para reflexionar sobre la autoimagen y cultivar la autocompasión como herramienta concreta para mejorar la relación con nosotros mismos.
El cuerpo y la sexualidad: el primer territorio
La sexualidad no es una idea abstracta: se vive, se siente y se construye a través del cuerpo. Sin embargo, desde muy jóvenes aprendemos a mirarlo con juicio, a esconderlo o modificarlo según estándares ajenos.
La presión estética nos empuja a aceptar nuestro cuerpo solo en la medida en que se acerque a ciertos ideales. Cuando se impone la idea de que existen cuerpos “correctos”, también se impone que hay otros “equivocados” —menos deseables, menos dignos—. Y eso tiene un impacto directo en cómo vivimos el deseo y el placer.
La apariencia cambia: no depender de ella para ser felices
Nuestro aspecto físico no es estático: cambia con la edad, el día, el humor, el contexto. Y está bien que así sea. Hay momentos en los que nos gustamos más, otros en los que no tanto. Lo importante es que nuestra felicidad no dependa exclusivamente de cómo nos vemos.
Es fundamental cuestionar el atractivo físico como única vía hacia el bienestar. De hecho, muchas veces es esa obsesión la que nos impide disfrutar de lo que sí está bien en nuestras vidas.
¿Cómo hablamos de nuestro cuerpo?
Un ejercicio valioso que propone la Lic. Selles es observar cómo hablamos de nuestro cuerpo… ¿Y si fuera el de alguien que queremos? ¿Le hablaríamos igual? ¿Seríamos tan críticos o crueles?
La hostilidad hacia nuestra imagen nos aleja del placer y del disfrute. Si sentimos vergüenza o incomodidad, es difícil conectar con el deseo, la intimidad o el juego.
Modificar algunos aspectos físicos puede ayudarnos a sentirnos mejor, y eso está bien si es para nuestro bienestar. Pero no puede ser nuestra única herramienta: hay que acompañarlo con una revisión crítica de los estereotipos de belleza.
Autocompasión: una práctica cotidiana
Nos enseñaron que ser duros con nosotros mismos es una forma de fortaleza. Pero esa dureza muchas veces genera más sufrimiento que solución. En cambio, la autocompasión nos ofrece otro camino: ser más amables con nuestras fallas, limitaciones o inseguridades.
Una práctica de autocompasión puede comenzar con tres preguntas simples:
- ¿Cómo estoy cuidando de mí?
- ¿Qué necesito?
- ¿Puedo darme eso que necesito ahora?
Amigarnos con nuestra autoimagen
Reconciliarnos con lo que nuestro cuerpo es, y con lo que puede hacer, es el primer paso hacia el autocuidado. Un paso necesario para vivir el placer con libertad, y también para soltar la idea de que debemos parecernos a algo o a alguien para merecer amor, deseo o bienestar.
*Este contenido es informativo y no reemplaza el acompañamiento médico. Ante cualquier duda, consulta con tu profesional de salud.