Transformaciones, comunicación y deseo en la vida en pareja.
Una crisis de salud, como un evento vascular, no solo afecta el cuerpo. También atraviesa las emociones, la vida cotidiana, los vínculos y especialmente las relaciones más cercanas. Como explica la licenciada Jennifer Selles, “los vínculos se construyen todo el tiempo, y después de un evento de salud, esa construcción puede transformarse”.
La pareja, la familia, los amigos, todos los lazos pueden entrar en una etapa nueva, con desafíos, cambios y también oportunidades para reconectar desde otro lugar.
Temores comunes: ¿seré una carga?
Después de un evento cardiovascular es habitual sentir miedo a ser una carga o que la pareja ya no quiera quedarse. Muchas veces, además, se reducen los círculos sociales, aparecen el aislamiento y la inseguridad. Tal vez ya no se realizan las mismas actividades que antes o no con la misma intensidad.
Es normal. Pero no es inevitable. Y hablarlo es parte del proceso.
Los vínculos sanos se basan en la capacidad de compartir: deseos, emociones, intimidad, desacuerdos y decisiones. Implican también establecer acuerdos, resolver conflictos y —muy importante— reconocer nuestros propios límites y los del otro.
¿Y la sexualidad?
En muchas personas, el deseo sexual se ve afectado. Puede haber dolor, fatiga o simplemente falta de ganas. Pero también puede pasar lo contrario: que el encuentro íntimo ayude a liberar tensiones, aliviar dolores o mejorar el estado de ánimo, gracias a la liberación de endorfinas.
No hay una sola respuesta válida. Lo importante es escuchar el cuerpo, no forzarse, y poder decir que no sin culpa. Y al mismo tiempo, abrir espacios de diálogo con la pareja. Porque el deseo no nace de la exigencia, sino de la confianza y el bienestar.
“Tenemos que encontrarnos íntimamente porque queremos, no por culpa o mandato”, subraya Selles.
De cuidador a pareja: el rol que no hay que perder
A veces, frente a una situación de enfermedad, la pareja pasa a cumplir un rol de cuidado y apoyo. Y eso está bien. Pero si solo vemos al otro como cuidador, dejamos de lado la dimensión afectiva, el elogio, la admiración, el coqueteo, la complicidad.
Agradecer la ayuda está bien. Pero no debería reemplazar los gestos de afecto, los halagos por lo que esa persona es, hace o transmite. Recuperar esos pequeños gestos puede ser el primer paso para revivir la seducción.
Comunicación: lo que decimos y cómo lo decimos
Hablar con claridad, sin herir. Expresar lo que sentimos, sin esperar que el otro adivine. Recordar que también tenemos derecho a cambiar de opinión, a decir que no, a cometer errores. Esa es la base de una comunicación asertiva.
Si comunicarnos se vuelve difícil —con la pareja, la familia o el entorno— algunos recursos pueden ayudarnos:
- Ser específicos (evitar generalizaciones como “siempre” o “nunca”).
- Hablar en primera persona: “yo me siento…”, “yo necesito…”.
- Plantear lo que queremos decir en modo tentativo, no acusatorio.
- Validar emociones y pensamientos aunque no estemos de acuerdo.
- Suspender distracciones, como pantallas, y mirar a los ojos.
- Hacer preguntas abiertas, que demuestren interés genuino.
En resumen: el vínculo se reinventa
Un evento de salud cambia cosas. Pero también puede ser una oportunidad para volver a construir. Para entender al otro, ser entendidos, recuperar la ternura y reformular los acuerdos desde una nueva etapa.
La invitación no es a volver a lo de antes. Sino a construir algo nuevo, más consciente, más sincero, más humano.