Cómo entender lo que sentimos puede ayudarnos a atravesar un diagnóstico difícil y cuidar nuestra salud mental.
“No hay emociones buenas o malas”, advierte la licenciada en psicología Jennifer Selles. “Lo que hay son emociones que pueden resultarnos más agradables o más difíciles de transitar. Pero todas tienen una función: nos están diciendo algo”.
En este nuevo episodio, la sexóloga explica cómo las emociones se expresan directamente en el cuerpo, y por qué intentar bloquearlas no solo no resuelve nada, sino que puede generar consecuencias físicas. En personas que transitan enfermedades crónicas o condiciones como un evento cardiovascular, ignorar lo que sienten puede derivar en un agotamiento emocional profundo.
¿Por qué sentimos lo que sentimos?
“Nuestro cerebro está preparado para sobrevivir, no para hacernos felices”, dice Selles. Por eso, ante un diagnóstico, es común sentir miedo, enojo o tristeza. La clave no está en evitar esas emociones, sino en entender para qué están ahí.
- La tristeza, por ejemplo, nos ayuda a conectar con nosotros mismos. “Puede estar avisándonos que necesitamos validación, contención o seguridad”, dice. En esos casos, el primer paso es identificar qué nos la genera. Y luego, ver si podemos darnos eso que necesitamos. Si no, es momento de pedir ayuda.
- El enojo también tiene un mensaje. “Nos indica que percibimos una injusticia o un daño”, explica. ¿A quién va dirigido ese enojo? ¿Qué límite se cruzó? ¿Qué podría reparar esa situación? A veces, el enojo requiere ponerle límites a los demás. Otras, a nosotros mismos.
- El miedo es otra emoción clave, sobre todo en contextos de salud. “La pregunta no es solo qué tan probable es que pase lo que tememos, sino qué necesitamos para enfrentar ese miedo si llega a ocurrir. Y, también, quién puede ayudarnos a hacerlo.”
¿Qué es el agotamiento emocional?
Muchas personas que atraviesan una enfermedad compleja o un diagnóstico incierto, como los eventos vasculares, se enfrentan a un escenario estresante, con visitas médicas, estudios y decisiones difíciles. Cuando esa situación se prolonga en el tiempo, puede aparecer el agotamiento emocional: una sensación de estar sobrepasado, sin energía ni control.
Selles propone cuatro recursos para enfrentarlo:
- Planificar: no solo tareas laborales o médicas, también incluir tiempo para el descanso, el ocio, el placer, la comida, la socialización y la intimidad.
- Pedir ayuda: no esperar que el otro adivine cómo nos sentimos. Expresar lo que nos pasa, delegar, decir que no.
- Descansar de verdad: cuidar el sueño, reducir pantallas antes de dormir, evitar estimulantes a la noche, hacer pausas durante el día.
- Jerarquizar tareas: distinguir lo urgente de lo importante, y priorizar lo que depende de uno. “¿Quién pone las fechas límite? ¿Para qué quiero usar mi tiempo?”, propone como preguntas guía.
Lo que sentimos importa. No solo porque afecta nuestra salud mental, sino porque escuchar al cuerpo es parte del proceso de sanar. “Aceptar un diagnóstico también es un duelo. Y eso, como todo duelo, se transita con emociones intensas. Validarlas es el primer paso para empezar a cuidarnos”.